Uno de los principales emisores de gases nocivos a la atmósfera es el tráfico
rodado. Contribuye en España a una cuarta parte de la emisión de dióxido de
carbono (CO ) y a la mitad de las emisiones de óxidos 2 de nitrógeno (NOx) y de
partículas sólidas en suspensión. El dióxido de carbono no es ni tóxico ni
contaminante, pero contribuye a acentuar el cambio climático. Los óxidos de
nitrógeno y las partículas, por el contrario, son contaminantes y afectan a la
calidad del aire urbano y, por tanto, directamente a la salud humana. Ambos
efectos son distintos y requieren soluciones distintas. Lo que a veces es bueno
para reducir el CO , no lo es para mitigar 2 la contaminación local, y al revés.
En nuestro país la situación se agrava porque llueve menos que en el
resto de Europa, con lo que se limpia menos la atmósfera, y la ciudad compacta
mediterránea (más edificios altos y menos casas unifamiliares) contribuye a
encajonar y concentrar los gases emitidos que llegan más cerca de la población.
Y nuestro parque móvil es uno de los más dieselizados y viejos de Europa
Occidental.
Para combatir la contaminación local del tráfico, las
reducciones de velocidad obtienen resultados discretos. A diferencia de lo que
ocurre con las emisiones de CO , en que existe una correlación directa
2
entre consumo de combustible y emisiones a la atmósfera, las emisiones
contaminantes de NOx o de partículas dependen de un conjunto muy variado de
factores. En el caso de las partículas, por ejemplo, sólo la mitad de las
emisiones provienen del motor del vehículo; la otra mitad proviene de los discos
de freno al ser accionados, del desgaste de los neumáticos o del firme de
rodadura, elementos todos estos no vinculados a las emisiones de los motores.
Por lo que respecta a la emisión de los NOx, depende de factores como el tipo de
conducción y los periodos de congestión, además de la velocidad.
¿Qué
más debería hacerse para mejorar la calidad del aire urbano? Se pueden equipar
los vehículos diésel con catalizadores de NOx o con filtros de partículas. Pero
las medidas de mayor impacto son la reducción del flujo total de vehículos en
circulación, la prohibición del acceso a los centros urbanos de los vehículos
más contaminantes y la potenciación del transporte público, especialmente
ferroviario. Medidas estas caras, impopulares y lentas, que requieren una
notable valentía política. Algunos lo llaman liderazgo.