Hay cosas que marcan un antes y un
después en la vida de una persona. O, en este caso, de una familia.
Durante más de medio año se vieron obligados a vivir bajo la tiranía
del ruido, el provocado por un bar que, según la licencia de
apertura, no debía causarles ninguna molestia. La realidad fue otra.
Días de «agonía interminable» que desembocaron en un final aún peor.
Tuvieron que vender su piso y abandonar el barrio bilbaíno de
Basurto, en el que llevaban viviendo cinco años.
La
«tranquilidad» de su hogar comenzó a verse enturbiada el 12 de
noviembre de 2005, una de esas fechas que nunca se olvidan. Fue
entonces cuando se inauguró un bar al lado de su casa, un primer
piso. La «pesadilla sonora» no había hecho más que empezar. El
permiso concedido al local le imponía grandes limitaciones a la hora
de colocar un potente sistema de altavoces. «Pero no lo respetaron»,
relata el cabeza de familia.
El primer paso fue denunciar
los hechos ante la Policía Municipal. Con esta medida se demostró
que el local superaba los niveles permitidos de ruido, lo que llevó
a una apertura de expediente que, a su vez, derivó en el cierre
cautelar del establecimiento durante una semana. Las sanciones
sirvieron de poco y su rutina nocturna siguió viéndose afectada.
«Los tres -el matrimonio tiene una hija de dos años- tuvimos que
movernos a otra habitación en la que no oyésemos tanto el escándalo
e incluso empecé a tomar pastillas para dormir», añade el marido con
indignación.
Por si fuera poco, «con la primera denuncia
llegaron también las amenazas», apuntan. El mes de enero y los
sucesivos fueron «terribles». Las llamadas a altas horas de la
madrugada que nunca recibían respuesta les confirmaron que el asunto
pasaba a mayores.
La gota que colmó el vaso fue a
derramarse, no obstante, en el portal. «Salía de casa cuando un
coche con cuatro personas dentro se paró delante de mí. Se bajó una
mujer y me dijo: Eres poco hombre. Por culpa tuya va a pasar lo que
va a pasar. Y tú sabrás lo que va a pasar», recuerda aún con
estupor. Se había cruzado la línea.
Protección
policial
El «miedo», y no sólo por él, sino por su
mujer y su hija, le llevó a solicitar protección policial al
Ayuntamiento de Bilbao el 17 de enero. La contestación del área de
Seguridad Ciudadana llegó dos meses después. «Se ha dado traslado
del asunto a las unidades de la patrulla preventiva, las cuales han
inspeccionado el lugar en varias ocasiones sin que se hayan
observado incidencias dignas de señalar. No obstante, recordarle que
en el mismo momento en el que se produzca cualquier tipo de molestia
pueden dar aviso a través del teléfono...», reza el escrito de las
autoridades municipales.
Estas palabras, lejos de
tranquilizarles, sólo sirvieron para alimentar aún más «la tensión
de la vida matrimonial», reconoce. «Te imaginas en todo momento lo
que te puede pasar y la situación se hace insostenible, más aún
cuando mi mujer está embarazada de cinco meses», lamenta el cabeza
de familia.
La única solución, aunque también la más
dolorosa, fue vender la vivienda. «No aguantábamos más», justifican
los afectados. Ahora tratan de recomponer su vida. En la actualidad,
el marido vive en la casa su madre, la mujer con sus padres y la
pequeña ha ido a pasar unos días a Burgos con una de sus abuelas.
«Sólo queremos que se lo pase bien y se olvide de lo que ha pasado,
como espero que hagamos todos algún día».