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Domingo, 17 de septiembre de 2006
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«El ruido me obligó a vender la casa»
Una familia bilbaína tiene que dejar su piso tras verse inmersa en una batalla repleta de denuncias y amenazas por las molestias de la música de un bar
«El ruido me obligó  a vender la casa»
HARTAZGO. El vecino afectado por el exceso de ruido posa de espaldas en una calle de Bilbao. / BORJA AGUDO
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Hay cosas que marcan un antes y un después en la vida de una persona. O, en este caso, de una familia. Durante más de medio año se vieron obligados a vivir bajo la tiranía del ruido, el provocado por un bar que, según la licencia de apertura, no debía causarles ninguna molestia. La realidad fue otra. Días de «agonía interminable» que desembocaron en un final aún peor. Tuvieron que vender su piso y abandonar el barrio bilbaíno de Basurto, en el que llevaban viviendo cinco años.

La «tranquilidad» de su hogar comenzó a verse enturbiada el 12 de noviembre de 2005, una de esas fechas que nunca se olvidan. Fue entonces cuando se inauguró un bar al lado de su casa, un primer piso. La «pesadilla sonora» no había hecho más que empezar. El permiso concedido al local le imponía grandes limitaciones a la hora de colocar un potente sistema de altavoces. «Pero no lo respetaron», relata el cabeza de familia.

El primer paso fue denunciar los hechos ante la Policía Municipal. Con esta medida se demostró que el local superaba los niveles permitidos de ruido, lo que llevó a una apertura de expediente que, a su vez, derivó en el cierre cautelar del establecimiento durante una semana. Las sanciones sirvieron de poco y su rutina nocturna siguió viéndose afectada. «Los tres -el matrimonio tiene una hija de dos años- tuvimos que movernos a otra habitación en la que no oyésemos tanto el escándalo e incluso empecé a tomar pastillas para dormir», añade el marido con indignación.

Por si fuera poco, «con la primera denuncia llegaron también las amenazas», apuntan. El mes de enero y los sucesivos fueron «terribles». Las llamadas a altas horas de la madrugada que nunca recibían respuesta les confirmaron que el asunto pasaba a mayores.

La gota que colmó el vaso fue a derramarse, no obstante, en el portal. «Salía de casa cuando un coche con cuatro personas dentro se paró delante de mí. Se bajó una mujer y me dijo: Eres poco hombre. Por culpa tuya va a pasar lo que va a pasar. Y tú sabrás lo que va a pasar», recuerda aún con estupor. Se había cruzado la línea.

Protección policial

El «miedo», y no sólo por él, sino por su mujer y su hija, le llevó a solicitar protección policial al Ayuntamiento de Bilbao el 17 de enero. La contestación del área de Seguridad Ciudadana llegó dos meses después. «Se ha dado traslado del asunto a las unidades de la patrulla preventiva, las cuales han inspeccionado el lugar en varias ocasiones sin que se hayan observado incidencias dignas de señalar. No obstante, recordarle que en el mismo momento en el que se produzca cualquier tipo de molestia pueden dar aviso a través del teléfono...», reza el escrito de las autoridades municipales.

Estas palabras, lejos de tranquilizarles, sólo sirvieron para alimentar aún más «la tensión de la vida matrimonial», reconoce. «Te imaginas en todo momento lo que te puede pasar y la situación se hace insostenible, más aún cuando mi mujer está embarazada de cinco meses», lamenta el cabeza de familia.

La única solución, aunque también la más dolorosa, fue vender la vivienda. «No aguantábamos más», justifican los afectados. Ahora tratan de recomponer su vida. En la actualidad, el marido vive en la casa su madre, la mujer con sus padres y la pequeña ha ido a pasar unos días a Burgos con una de sus abuelas. «Sólo queremos que se lo pase bien y se olvide de lo que ha pasado, como espero que hagamos todos algún día».



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